EL CUERPO GRITA
LO QUE LA BOCA CALLA
Y es muy cierto, todo las emociones negativas que “guardes”, tu cuerpo las transformará en una enfermedad, así
que mientras más pronto dejes ir esas sensaciones, más pronto vendrá hacia ti
la salud y vitalidad.
Hoy día existe un término que se llama Metamedicina,
proviene del prefijo griego “meta” que significa más allá.
Esto significa que la Metamedicina trata de ir más
allá de la medicina tradicional.
Estamos hablando, por tanto, de una Medicina Metafísica
que transciende el plano físico (cuerpo y sus síntomas) para buscar las causas psicológicas (mente) o espirituales (alma) de la enfermedad.
La salud perfecta y el pleno despertar son, en
realidad, lo mismo. La única curación auténtica es la auto curación.
El querer curarse sinceramente puede motivar a una
persona para que realice los cambios necesarios en aquellas actitudes,
sentimientos y emociones que son responsables de su sufrimiento. La
curación no ocurrirá con sólo conocer su causa.
Porque incluso cuando se ha solucionado un conflicto
o se ha liberado una emoción, el cuerpo puede necesitar un tiempo más o menos
largo para proceder a la reparación del tejido o del órgano afectado.
La curación no es más que volver al estado de
armonía y de equilibrio. Admitir una dificultad o una debilidad es estar ya en
el camino de superarla.
EL CORAZÓN: REPRESENTA EL AMOR, Y LA SANGRE, EL
JÚBILO.
El corazón es la bomba que, con Amor, hace que el
júbilo circule por nuestras venas.
Cuando nos privamos del Amor y el júbilo, el corazón
se encoge y se enfría, y como resultado, la circulación se hace perezosa y
vamos camino de la anemia, la angina de pecho y los ataques cardíacos. Pero el
corazón no nos «ataca».
Somos nosotros los que nos enredamos hasta tal punto
en los dramas que nos creamos, que con frecuencia dejamos de prestar atención a
las pequeñas alegrías que nos rodean.
Nos pasamos años expulsando del corazón todo el
júbilo, hasta que, literalmente, el dolor lo destroza. La gente que sufre
ataques cardíacos nunca es gente alegre.
Si no se toma el tiempo de apreciar los placeres de
la vida, lo que hace es prepararse un «ataque al corazón».
Corazón de oro, corazón de piedra, corazón abierto,
sin corazón, todo corazón… ¿Cuál de estas expresiones es la que cree que se
ajusta más a usted?
EL CUERPO
Con Amor escucho los mensajes de mi cuerpo. Estoy
convencida de que nosotros mismos creamos todo lo que llamamos
«enfermedad».
El cuerpo, como todo en la vida, es un espejo de
nuestras ideas y creencias.
El cuerpo está siempre hablándonos; sólo falta que
nos molestemos en escucharlo.
Cada célula de su cuerpo responde a cada una de las
cosas que usted piensa y a cada palabra que dice.
Cuando un modo de hablar y de pensar se hace
continuo, termina expresándose en comportamientos y posturas corporales, en
formas de estar y de «mal estar».
La persona que tiene continuamente un gesto ceñudo
no se lo creó teniendo ideas alegres ni sentimientos de amor.
La cara y el cuerpo de los ancianos muestran con
toda claridad la forma en que han pensado durante toda una vida. ¿Qué cara tendrá usted a los ochenta años?
Los oídos: Representan la capacidad de oír.
Cuando hay problemas con los oídos, eso suele
significar que a uno le está pasando algo de lo que no se quiere enterar.
El dolor de oídos indica que lo que se oye provoca
enfado.
Se trata de un dolor común en los niños, que a
menudo tienen que oír en casa cosas que realmente no quieren escuchar.
Con frecuencia, las normas de la casa prohíben a los
niños expresar su enojo, y su incapacidad para cambiar las cosas les provoca el
dolor de oídos.
La sordera representa una negativa, que puede venir
de mucho tiempo atrás, a escuchar a alguien.
Observen que cuando un miembro de una pareja es
«duro de oído», generalmente el otro es charlatán.
LA CABEZA NOS REPRESENTA
Es lo que mostramos al mundo, la parte de nuestro
cuerpo por la cual generalmente nos reconocen.
Cuando algo anda mal en la región de la cabeza,
suele significar que sentimos que algo anda mal en «nosotros».
El pelo representa la fuerza. Cuando estamos tensos
y asustados, es frecuente que nos fabriquemos estas “bandas de acero” que se originan en los músculos de los hombros y
desde allí suben a lo alto de la cabeza; a veces incluso rodean los ojos.
El pelo crece desde los folículos pilosos, y cuando
hay mucha tensión en el cuero cabelludo, puede estar sometido a una presión tal
que no le deja respirar, provocando así su muerte y su caída.
Si la tensión se mantiene y el cuero cabelludo no se
relaja, el folículo sigue estando tan tenso que el pelo nuevo no puede salir, y
el resultado es la calvicie.
En las mujeres, la calvicie ha ido en aumento desde
que empezaron a entrar en el «mundo de los negocios», con todas sus tensiones y
frustraciones, aunque no se hace tan evidente en ellas porque las pelucas para
mujeres son sumamente naturales y atractivas.
Lamentablemente, los postizos masculinos todavía son
demasiado visibles desde bastante lejos.
Estar tenso no es ser fuerte. La tensión es
debilidad. Estar relajado, centrado y sereno, eso es ser realmente fuerte.
Sería bueno que todos relajásemos más el cuerpo, y
muchos necesitamos también relajar el cuero cabelludo. Inténtelo.
Dígale a su cuero cabelludo que se relaje, y observe
si hay alguna diferencia.
Si tiene una sensación perceptible de relajación, yo
le diría que practique con frecuencia este ejercicio.
OJOS: LOS OJOS REPRESENTAN LA CAPACIDAD DE VER
Cuando tenemos problemas con ellos eso significa,
generalmente, que hay algo que no queremos ver, ya sea en nosotros o en la
vida, pasada, presente o futura.
Siempre que veo niños pequeños que usan gafas, sé
que en la casa está pasando algo que ellos no quieren mirar.
Ya que no pueden cambiar la situación, encuentran la
manera de no verla con tanta claridad.
Muchas personas han tenido experiencias de curación
impresionantes cuando se han mostrado dispuestas a retroceder en el pasado para
hacer una «limpieza», y tirar aquello que no querían ver uno o dos años antes
de que tuvieran que empezar a usar las gafas.
¿No estará usted negando algo
que sucede en su presente? ¿Qué es lo que no quiere enfrentar?
¿Tiene miedo de contemplar el
presente o el futuro? Si pudiera ver con claridad, ¿qué vería que ahora no ve?
¿Puede ver lo que está
haciéndese a sí mismo? Sería interesante considerar estas preguntas.
ARTICULACIONES: PERMITEN LA PRODUCCIÓN DE
MOVIMIENTOS CON GRACIA Y SOLTURA.
Si tenemos las articulaciones agarrotadas e
incapaces de moverse nos volvemos rígidos, nuestro medio de expresión se toma
rígido e inflexible.
A través de las articulaciones podemos expresarnos
con facilidad y propiedad.
Las articulaciones contienen tejido duro, tejido
blando y líquidos, de modo que los problemas en la zona pueden afectar uno o
más de estos tres aspectos.
Una inflamación en las articulaciones revela, por
tanto, una resistencia o irritación respecto al movimiento, tal vez un temor a
lo que nos espera delante, o una dificultad en someternos a ello.
Hay una falta de la energía que se desplaza por las
articulaciones, lo que indica que estamos tomando energía de esa parte de
nuestro cuerpo-mente.
Esto dependerá de la zona del cuerpo afectada. Así,
por ejemplo, las articulaciones del hombro, codos y muñecas nos permiten
desplazar la energía desde el corazón hasta las manos, para que podamos
expresar nuestros sentimientos afectivos.
Estas articulaciones autorizan además la libre
expresión de nuestra energía creativa y activa, nuestras aptitudes
manipuladoras y ejecutivas.
Una disfunción en cualquiera de esas articulaciones
puede indicar un temor a expresar esa energía, una contrariedad o resistencia a
ello.
LOS DOLORES DE CABEZA
Provienen del hecho de desautorizarnos a nosotros
mismos.
La próxima vez que le duela la cabeza, deténgase a
pensar cómo y cuándo ha sido injusto con usted mismo.
Perdónese, no piense más en el asunto, y el dolor de
cabeza volverá a disolverse en la nada de donde salió.
Las migrañas o jaquecas se las crean las personas
que quieren ser perfectas y que se imponen a sí mismas una presión excesiva. En
ellas está en juego una intensa cólera reprimida.
LOS PROBLEMAS EN LOS SENOS PARANASALES que se
manifiestan en la cara, en la zona más próxima a la nariz, significan que a uno
lo irrita alguien que es una presencia muy próxima en su vida.
Hasta es posible que sienta que esa persona lo está
sofocando o aplastando.
LA ESPALDA REPRESENTA NUESTRO SISTEMA DE APOYO.
Tener problemas con ella significa generalmente que
no nos sentimos apoyados, ya que con demasiada frecuencia creemos que sólo
encontramos apoyo en nuestro trabajo, en la familia o en nuestra pareja, cuando
en realidad contamos con el apoyo total del Universo, de la Vida misma.
LA PARTE SUPERIOR DE LA ESPALDA
Tiene que ver con la sensación de no tener apoyo
emocional.
«Mi marido (mujer, amante, amigo o jefe) no me entiende o no me apoya.»
La parte media se relaciona con la culpa, con todo
eso que dejamos a nuestras espaldas.
¿Tiene usted miedo de ver lo
que hay allí detrás, a sus espaldas?
¿Quizá se lo está ocultando? ¿Se siente apuñalado por la espalda?
¿Se encuentra realmente
agotado? Sus finanzas, ¿están hechas un lío, o usted
se preocupa excesivamente por ellas? Entonces, es probable
que tenga molestias en la zona lumbar.
La causa está en la falta de dinero o el temor de no
tener lo suficiente. La cantidad que usted tenga no tiene nada que ver con eso.
LA GARGANTA
Representa nuestra capacidad de «defendernos»
verbalmente, de pedir lo que queremos, de decir «yo soy», etcétera.
Cuando tenemos problemas con ella, eso significa
generalmente que no nos sentimos con derecho a hacer esas cosas.
Nos sentimos inadecuados para hacernos valer. El
dolor de garganta es siempre enfado. Si además hay un resfriado,
existe también confusión mental.
La laringitis significa generalmente que uno está
tan enojado que no puede hablar.
La garganta representa también el fluir de la
creatividad en nuestro cuerpo.
Es el lugar del cuerpo donde expresamos nuestra
creatividad, y cuando la frustramos y la sofocamos, es frecuente que tengamos
problemas de garganta.
Todos sabemos cuántas personas hay que viven toda su
vida para los demás, sin hacer jamás lo que quieren.
Siempre están complaciendo a madres, cónyuges,
amantes o jefes.
LA AMIGDALITIS Y LOS PROBLEMAS TIROIDEOS
No son más que creatividad frustrada, incapaz de
expresarse.
El centro energético situado en la garganta, el
quinto chacra, es el lugar del cuerpo donde tiene lugar el cambio.
Cuando nos resistimos al cambio, o nos encontramos
en pleno cambio, o estamos intentando cambiar, es frecuente que tengamos mucha
actividad en la garganta o cuando oiga toser a otra persona.
Cuando tosa, pregúntese: ¿Qué es lo que se acaba de decir? ¿A qué estamos reaccionando?
¿Es resistencia y
obstinación, o es que el proceso de cambio se está produciendo?
Cada vez que alguien tose, hago que se toque la
garganta y diga en voz alta: “Estoy dispuesto a cambiar” o “Estoy cambiando”
EL EXCESO DE PESO
Representa una necesidad de protección. Tratamos de
protegernos de heridas, agravios, críticas, abusos e insultos, de la sexualidad
y de las insinuaciones sexuales de un miedo general a la vida, y también de
miedos específicos.
Luchar contra la obesidad es perder tiempo y
energía. Las dietas no funcionan, porque tan pronto como se las interrumpe, el
peso vuelve a aumentar.
Amarse y aprobarse, confiar en el proceso de la vida
y depositar su segundad interna en el conocimiento del poder de su propia mente
son los elementos básicos de la mejor dieta que conozco.
Póngase a dieta de pensamientos negativos, y el
problema del peso se resolverá solo.
El sentimiento de culpa es una emoción totalmente
inútil, que jamás hace que nadie se sienta mejor ni modifica para nada una
situación.
Su «sentencia» ya se ha cumplido, de manera que
déjese salir de prisión.
Perdonar no es más que soltar, dejar
partir…Cualquier hinchazón del cuerpo representa atascos y estancamientos en el
estado emocional.
Nosotros mismos nos creamos situaciones en que nos
«hieren» y nos aferramos luego a su recuerdo.
Con frecuencia las hinchazones representan lágrimas
contenidas que sentimos como algo enquistado, o provienen de culpar a otros por
nuestras propias limitaciones. Renuncie al pasado; déjelo que se vaya y
recupere su propio poder.
Deje de estar pendiente de lo que quiere, y use su
mente para crear lo que «sí quiere».
Déjese llevar por la marea de la vida.
LAS PIERNAS SON LO QUE NOS LLEVA HACIA ADELANTE.
Los problemas en las piernas suelen indicar un miedo
a avanzar o una renuncia a seguir andando en cierta dirección.
Corremos, nos arrastramos, andamos como pisando
huevos, se nos aflojan las rodillas, somos patituertos o patizambos y nos quedamos
patitiesos.
Y además, tenemos los muslos enormes, coléricamente
engrosados por la celulitis, llenos de resentimientos infantiles.
Con frecuencia, no querer hacer algo produce algún
problema menor en las piernas.
Las venas varicosas significan que nos mantenemos en
un trabajo o en otro lugar que nos enferma. Las venas pierden su capacidad
de transportar alegría.
Pregúntese si está marchando en la dirección en que
quiere ir.
LAS RODILLAS COMO EL CUELLO, SE RELACIONAN CON LA
FLEXIBILIDAD
Hablan de inclinarse y de ser orgulloso, del yo y de
la obstinación.
Con frecuencia, cuando avanzamos, nos da miedo
inclinarnos y nos ponemos tiesos.
Y eso vuelve rígidas las articulaciones. Queremos
avanzar, pero no cambiar nuestra manera de ser.
Por eso las rodillas tardan tanto en curarse, porque
está en juego nuestro yo.
El tobillo también es una articulación, pero si se
daña puede curarse con bastante rapidez.
Las rodillas tardan porque en ellas están en juego
nuestro orgullo y nuestra autojustificación.
La próxima vez que tenga algún problema con las
rodillas, pregúntese de qué está justificándose, ante qué está negándose a
inclinarse.
Renuncie a su obstinación y aflójese. La vida es
fluencia y movimiento, y para estar cómodos debemos ser flexibles y fluir con
ella.
Un sauce se dobla y se mece y ondula con el viento,
y está siempre lleno de gracia y en armonía con la vida.
LOS ACCIDENTES SON EXPRESIONES DE CÓLERA
Indican una acumulación de frustraciones en alguien
que no se siente libre para expresarse o para hacerse valer. Indican
también rebelión contra la autoridad.
Nos enfurecemos tanto que queremos golpear a alguien
y, en cambio, los golpeados somos nosotros.
Cuando nos enojamos con nosotros mismos, cuando nos
sentimos culpables, cuando tenemos la necesidad de castigarnos, un accidente es
una forma estupenda de conseguirlo.
Puede que nos resulte difícil creerlo, pero los
accidentes los provocamos nosotros; no somos víctimas desvalidas de un capricho
del destino.
Un accidente nos permite recurrir a otros para que
se compadezcan y nos ayuden al mismo tiempo que curan y atienden nuestras
heridas.
Con frecuencia también tenemos que hacer reposo en
cama, a veces durante largo tiempo, y soportar el dolor.
TANTO LA ANOREXIA COMO LA BULIMIA
Expresan una negación de la propia vida, y son una
forma extrema de odio hacia uno mismo.
Cuando se odia a sí mismo, en realidad odia una idea
que tiene de sí mismo.
Y las ideas se pueden cambiar. ¿Qué hay en usted que sea tan terrible? ¿Se crió en una familia que criticaba continuamente su comportamiento?
¿O eran sus maestros quienes
lo criticaban? En sus primeros contactos con la religión, ¿le dijeron que así, tal como usted era, «no servía»?
Con demasiada frecuencia procuramos hallar razones
«comprensibles» que nos digan por qué no nos quieren ni nos aceptan tal como
somos.
Nada funciona desde afuera. La clave es la
aprobación y la aceptación de uno mismo.
LA ARTRITIS
Es una enfermedad que se origina en una constante
actitud de crítica.
En primer lugar, la persona se critica a sí misma,
pero también critica a los demás.
Los artríticos suelen ser muy criticados, porque su
propio estilo es criticar; entonces cargan con la maldición del
«perfeccionismo», es decir, con la necesidad de ser perfectos siempre y en
cualquier situación.
¿Conoce usted a alguien en
este planeta que sea «perfecto»? Yo no.
¿Por qué nos imponemos normas
que nos exigen que seamos «super-personas» para sentirnos apenas aceptables?
Ésta es una expresión muy fuerte del «no sirvo», y
es una carga pesadísima de llevar.
DEL ASMA DECIMOS QUE ES UN “AMOR QUE SOFOCA”
La persona tiene la sensación de no tener derecho a
respirar por su cuenta.
Los niños asmáticos suelen tener una conciencia
sobre desarrollada; asumen las culpas de todo lo que anda mal en su medio, se
sienten indignos, no valiosos y, por consiguiente, culpables y merecederos de
castigo.
A veces, el cambio de clima cura a los asmáticos,
especialmente si no los acompaña la familia.
ABSCESOS, QUEMADURAS, CORTES, FIEBRES, LLAGAS E
INFLAMACIONES DIVERSAS
Son todos, indicios de una cólera que se expresa en
el cuerpo.
Por más que intentemos suprimirlo, el enojo
encontrará maneras de expresarse.
Hay que dejar salir la presión acumulada. Nuestro
enojo nos da miedo porque sentimos que podemos destruir nuestro mundo, pero es
algo que se puede liberar simplemente diciendo: «Estoy enfadado por esto».
Es verdad que no siempre podemos decirle algo así a
nuestro jefe, pero podemos aporrear la cama o vociferar en el coche cerrado o
jugar al tenis, que son maneras inofensivas de descargar físicamente la cólera.
Es frecuente que las personas con tendencias
espirituales creen que no deberían enojarse.
Ciertamente todos nos esforzamos por llegar al
momento en que ya no culpemos a nadie por nuestros sentimientos; pero mientras
no hayamos llegado a ese punto, es más saludable que reconozcamos qué es lo que
sentimos en un momento dado.
EL CÁNCER
Es una enfermedad causada por un profundo
resentimiento contenido durante muchísimo tiempo, hasta que literalmente va
carcomiendo el cuerpo.
En la infancia sucede algo que destruye nuestro
sentimiento de confianza.
Esta es una experiencia que jamás se olvida, y el
individuo vive compadeciéndose de sí mismo y se le hace difícil cultivar y
mantener durante mucho tiempo relaciones significativas.
Con un sistema de creencias así, la vida se muestra
como una serie de decepciones.
Un sentimiento de desesperanza, desvalimiento y
pérdida se adueña de nuestro pensamiento, y nada nos cuesta culpar a otros de
todos nuestros problemas. La gente que tiene cáncer, además, es muy
autocrítica.
Para mí, la clave de la curación del cáncer está en
amarse y aceptarse.
Empezamos por olvidarnos de que las situaciones las
creamos nosotros, y entonces abdicamos de nuestro poder, culpando a otra
persona de nuestra frustración.
No hay persona, lugar ni cosa que tenga poder alguno
sobre nosotros, porque en nuestra mente la única entidad pensante somos
nosotros.
Nosotros creamos nuestras experiencias, nuestra
realidad y todo lo que hay en ella.
Cuando creamos en nuestra mente paz, armonía y
equilibrio, eso es lo que encontramos en la vida.
EL CEREBRO Y SUS EMOCIONES.
La salud perfecta y el pleno despertar son, en
realidad, lo mismo.
La única curación auténtica es la auto-curación. El
querer curarse sinceramente puede motivar a una persona para que realice los
cambios necesarios en aquellas actitudes, sentimientos y emociones que son
responsables de su sufrimiento.
La curación no ocurrirá con sólo conocer su causa.
Porque incluso cuando se ha solucionado un conflicto
o se ha liberado una emoción, el cuerpo puede necesitar un tiempo más o menos
largo para proceder a la reparación del tejido o del órgano afectado.
La curación no es más que volver al estado de
armonía y de equilibrio. Admitir una dificultad o una debilidad es estar ya en
el camino de superarla.
El hemisferio izquierdo de nuestro cerebro asume las
funciones de orden racional tales como leer, hablar, contar, pensar, analizar
una situación y establecer asociaciones; se relaciona con el pensamiento lógico
y corresponde a nuestro aspecto emisor masculino o Yang; controla la parte
derecha de nuestro cuerpo.
El hemisferio derecho gestiona las informaciones
afectivas y emocionales; nos permite reconocer globalmente una situación y
atribuirle un colorido emocional y sensitivo; se relaciona con nuestra
imaginación, nuestra intuición y participa en la actividad onírica; corresponde
a nuestra parte femenina o Yin; rige la parte izquierda de nuestro cuerpo.
El intercambio de información entre los dos
hemisferios y la conclusión que de ello resulte, determinarán nuestra forma de
actuar.
Sin embargo, la información que llega a nuestro
cerebro derecho es determinante.
La memoria emocional del cerebro límbico contiene la
respuesta a muchas causas de malestares y enfermedades (Ej.
Hemisferio izquierdo: ”Mi madre me ha dejado sola con mi padre”.
Hemisferio derecho: ”Me siento abandonada”).
El papel principal del cerebro límbico es garantizar
nuestra supervivencia evitando hacernos revivir experiencias consideradas
desagradables y haciéndonos revivir las que se consideran buenas y a repetir.
El problema fundamental del cerebro límbico es que
no piensa, no diferencia entre lo real o imaginario sino que sólo le importa lo
que siente; no posee el discernimiento necesario para ver qué experiencias a
evitar que podrían ser favorables para nosotros y cuáles a repetir pueden, sin
embargo, repercutir perjudicial mentes obre nuestra salud.
El miedo a cualquier peligro hace que se cierre
automáticamente porque reacciona a todo lo que pueda parecer una amenaza para nuestra
supervivencia.
El inconsciente no diferencia entre una imagen
exterior o interior y el cerebro límbico reacciona a estas imágenes
clasificándolas como experiencias a renovar o a evitar.
Esto nos lleva de manera inevitable a protegernos
continuamente.
Como nos da miedo a sufrir, cuando nos sentimos
amenazados ponemos en marcha mecanismos de protección.
EL HIPOTÁLAMO ES LA VOZ DEL CUERPO EN EL
CEREBRO
Rige las actividades del sistema neurovegetativo que
a su vez coordina las relaciones entre las vísceras y garantiza la regulación
de las funciones llamadas vegetativas o automáticas, es decir, aquellas que son
independientes de nuestra voluntad consciente.
Para ello el sistema posee dos grandes circuitos: el
simpático y el parasimpático.
El simpático estimula todo lo que está
biológicamente previsto para mantenernos en estado de alerta y de potencial
combatividad; predomina al estar despiertos y es el que interviene en las
situaciones estresantes.
El parasimpático estimula nuestras funciones de
descanso y recuperación, predomina en nuestro periodo de sueño. Si uno de los
dos sistemas trabaja en exceso lo hará en detrimento del otro.
El hipotálamo rige también el sistema endocrino (glándulas endocrinas: tiroides, paratiroides, suprarrenales, genitales y
la hipófisis), asumiendo el papel ejecutor sin analizar ni
intentar saber si una orden es o no favorable.
Si los sistemas neurovegetativos y endocrinos se
encuentran ante la imposibilidad de ejecutar una acción ordenada para adaptar
el organismo, se podría desencadenar un desorden que complicaría la salud.
Cuanta más emoción se sienta al recibir una
información más fuerte será la respuesta del hipotálamo porque la acción dirige
la energía de cada situación concreta.
Tenemos que aprender a cultivar nuestro discernimiento
si no queremos malgastar nuestra salud y nuestro bienestar.
El camino de la curación pasa por el proceso de
buscar la causa del malestar o de la enfermedad para llegar a conocer el
remedio adecuado.
Y para usar el propio discernimiento no se necesita
saber de todo.
La única manera de liberarnos es volver a vivir los
acontecimientos que nos hicieron sufrir a fin de desdramatizarlos y transformar
nuestra comprensión sobre ellos.
Al revivir una situación puede resultar saludable
expresar lo que en su momento no se dijo, ya se trate de una necesidad,
decepción, tristeza, enfado, repugnancia u odio.
El trabajo tiene como objetivo transformar esas
ecuaciones que nos son favorables en otras que sí lo serán.
Mientras permanezca el consuelo no podremos liberarnos
del sufrimiento que llevamos.
Es preciso traer esos recuerdos a la conciencia pues
en esto reside la clave para curar muchas enfermedades.
Al querer huir de una situación que nos hace daño,
huimos también de lo que nos permite liberarnos de ella.
Todos los métodos son buenos siempre que sean
empleados con sentido común. Pensamientos (conciencia), respiración (energía) y alimentación (materia) están interrelacionados.
Poco importa la vía que se elija, lo que cuenta es
elevar la conciencia para dejar de sufrir manifestaciones desagradables.
Lo que se pretende es responsabilizarnos de nuestra
vida, ser felices y gozar de buena salud.
POSEEMOS LA CAPACIDAD DE CREAR LA ENFERMEDAD,
TAMBIÉN TENEMOS EL POTENCIAL PARA LIBERARNOS DE ELLA.
Lo que más necesita una persona enferma es que la
tranquilicen y que después la guíen hacia un proceso de auto-curación.
Lo que no necesita en absoluto es asustarse y
sentirse condenada por pronósticos sombríos.
Pidamos a nuestra mente consciente que rechace total
e inmediatamente cualquier afirmación que haya oído y que no sea totalmente
favorable, y la sustituya entonces por lo que pueda contribuir a nuestra
felicidad y a nuestro bienestar.
Pedir también acoger las almas luminosas para
guiarlas en nuestro camino si eso está de acuerdo con nuestro plan evolutivo.
Después entregarnos a la Sabiduría divina para dejar
que se manifieste la situación ideal.
Enfermarse, sentirse desgraciado o encontrarse en
una situación desagradable no es una cuestión de mala suerte ni una casualidad
o un castigo divino; no es más que el resultado de sintonizarnos con
determinada frecuencia.
Solo hay que cambiar de frecuencia negativa a una
positiva para que el malestar, el dolor o la enfermedad desaparezcan, para
transformar una situación difícil o para mejorar nuestra relación con los
demás.
Las sugestiones más arraigadas se obtienen a fuerza
de repetición; lo mismo ocurre con las frases o expresiones que repetimos con
frecuencia.
Al tomar conciencia del efecto de las repeticiones
optaremos por las que nos son favorables y nos apresuraremos a eliminar las
desfavorables. Se sugiere entonces repetir constantemente:
En cada momento creamos nuestra realidad mediante
los pensamientos que sintonizamos, las palabras que pronunciamos y las
elecciones que hacemos.
Cuanto más ampliamos el campo de nuestra conciencia,
más podemos intervenir para transformar favorablemente nuestro mundo y mejor
podemos gobernar nuestra vida.
Ejemplos de palabras que crean nuestros problemas y
por tanto debemos anular y en su defecto utilizar otras nuevas: “siempre tengo que contenerme” crea el síntoma de
estreñimiento y se debe utilizar a cambio “cada vez soy más yo misma”; “no puedo sentirlo” crea la sinusitis y es
preciso utilizar “aprendo a acogerlo”; “tengo la impresión de estar estancado” crea dolor de pies y
utilizar mejor “busco el paso que tengo que dar”; “el agua me engorda” da por síntoma la obesidad
y en cambio hay que utilizar “el agua elimina mi exceso de grasa”; y así sucesivamente.
Cuando se quiere huir de una situación que conlleva
a una importante lección para nuestra evolución, la enfermedad puede obligarnos
a afrontarla.
Podemos tratar de huir de nosotros mismos
anestesiándonos, desvaneciéndonos, paralizándonos o angustiándonos.
Pero huir no es la solución porque aquello que nos
da miedo y de lo que queremos escapar nos persigue constantemente.
Hay que acoger a las emociones y no enfrentarse a
ellas o provocarlas: no hacemos que las flores crezcan tirando de ellas.
Hay que intentar encontrar la emoción o sentimiento
en la cual nos hemos quedado atascados: duda, abandono, desvalorización, etc. o
una mezcla de varios de ellos.
El ser responsables significa reconocer que somos
los creadores de lo que vivimos.
Esto supone aceptar y reconocer que nuestros
pensamientos, sentimientos, actitudes o las lecciones que debemos integrar en
nuestro camino evolutivo, han dado a lugar a las situaciones felices o
desdichadas que hemos encontrado en nuestra vida o que vivimos actualmente.
Cualquier cosa que hayamos vivido, cualquiera que
sea la enfermedad que nos afecta o el trágico suceso que hayamos sufrido, lo
necesitábamos para asimilar lecciones esenciales para nuestra evolución.
Reconocer que todo es perfecto no significa abdicar,
abandonarse o no reaccionar; al contrario, es actuar con responsabilidad en
lugar de elegir la vía de la rebelión o de la abdicación.
Con la ley de la responsabilidad ya no hay víctimas
ni verdugos.
No se puede acusar a los demás de lo que se vive
porque hay algo que nos hace reaccionar de esa manera o lleva al otro al
tratarnos así.
El otro no es más que un espejo en el que nos
miramos. Uno puede rechazar su furia y otro expresarla con violencia: ambos
están presos en ella.
Desde nuestra más tierna infancia hemos estado
sometidos a diversas influencias; las que más nos han marcado son aquellas que
recibimos de las personas en quienes más confiábamos.
Repetiremos los mismos guiones hasta que alcancemos
la suficiente madurez afectiva para dejar de amar como un niño (a) que depende de su mamá (papá).
Revisemos nuestras programaciones. Podemos haber
programado “tener más de los demás = Injusto”, y entonces desearemos tener cosas bonitas o tener éxito, pero
atraeremos las circunstancias adecuadas para romper nuestras cosas bonitas o
sabotear nuestro éxito y nuestras posibilidades.
Una persona puede ser más sensible a determinadas
vibraciones que otra, dependiendo de lo que tenga en su memoria emocional o de
las lecciones que deba asimilar.
Pero por sobre todo debemos hacer cosas que nos
aporten alegría y con las que pensamos empleamos bien la vida; prestar atención
a nuestras necesidades y a nosotros mismos; dejar que se vayan todas las
emociones negativas que podamos encontrar en nuestro interior; cultivar
imágenes positivas en nuestra mente; proponernos objetivos entusiastas;
descubrir lo que realmente queremos hacer; encontrar maneras de expresar el
amor; amarnos y amar a los demás; crear relaciones en las que se tenga cabida
el juego, la diversión y el amor; curar todas las relaciones traumáticas de
nuestro pasado, especialmente las tenidas con los padres y familiares;
decidirnos a consagrarnos al bienestar y a la felicidad; aceptarnos y aceptar
todo lo que hay en nuestra vida como una oportunidad para crecer y progresar;
aprender a sacar lo que se puede de cada experiencia; y avanzar con sentido del
humor.
13 Jan 2015
El misterio de la conciencia
Tú existes, ¿cierto? Pruébalo. Cómo 100 mil millones de neuronas parloteando crean el
conocimiento —o la ilusión— de que estás aquí.
Por Steven Pinker:
La joven había sobrevivido, a duras penas, al
accidente automovilístico.
Durante los cinco meses que siguieron a la
destrucción de partes de su cerebro, ella podía abrir los ojos, pero no
respondía a sonidos, estímulos visuales ni a pinchazos.
En la jerga de la neurobiología, se determinó que
ella estaba en un estado vegetativo persistente.
En el mucho más cruel lenguaje cotidiano, ella era
un vegetal.
Así que imagínese el asombro de los científicos
belgas y británicos cuando ellos escanearon su cerebro usando una resonancia
magnética que detecta el flujo sanguíneo en las partes activas del cerebro.
Cuando ellos decían oraciones, las partes
involucradas en el procesamiento del lenguaje se iluminaban.
Cuando le pedían que se imaginara visitando las habitaciones
de su casa, las partes involucradas en el reconocimiento de lugares y en la
navegación espacial se alborotaban.
Y cuando le pedían que se imaginara a si misma
jugando tenis, las regiones que controlan el movimiento se activaban también.
De hecho, los resultados de sus exámenes eran apenas
diferentes de aquellos realizados en pacientes sanos. La mujer, así parece,
tenía destellos de conciencia.
Trata de comprender cómo es el ser esa mujer. ¿Aprecias las palabras y cuidados de tu familia preocupada mientras
acumulas la frustración que significa el no poder responderles y hacerles saber
que te das cuenta?
¿O flotas en la niebla,
volviendo a la vida con un pensamiento concreto cuando oyes una voz, para luego
volver al vacío?
Y, si pudiéramos vivir esta experiencia, ¿preferiríamos vivir así o preferiríamos la muerte?
Y si estas preguntas tienen respuesta, ¿cambiarían nuestras políticas hacia los pacientes irresponsivos —
haciendo que el caso de Terri Schiavo luzca como un juego de niños?
El reporte de este caso inusual, en septiembre del
2006, fue el último impacto de un nuevo campo de investigación, la ciencia de
la conciencia.
Preguntas que alguna vez estuvieron confinadas a la
investigación teológica y a las trasnochadas conversaciones filosóficas de dormitorio,
ahora están a la vanguardia de la neurociencia cognitiva. Con algunos
problemas, se ha llegado a cierto consenso.
Con otros problemas, la perplejidad es tan profunda
que es posible que nunca se resuelvan.
Algunas de nuestras convicciones más profundas sobre
la condición humana se han visto sacudidas.
No debería sorprendernos que la investigación sobre
la conciencia sea a la vez emocionante y perturbadora.
Ningún otro tema es así. Como afirmó René Descartes,
la existencia de nuestra propia conciencia es la cosa más indudable.
Las grandes religiones la ubican en un alma que
sobrevive a la muerte del cuerpo, para irse al cielo o unirse con una mente
global.
Para cada uno de nosotros, la conciencia es la vida
misma, ésa es la razón por la que Woody Allen dijo “… yo no quiero lograr la inmortalidad a través de mi trabajo.
Quiero lograrla evitando morir”. Y la convicción de que otras personas puedan sufrir o moverse como cada
uno de nosotros es la esencia de la empatía y el fundamento de la moralidad.
Para lograr progresos científicos en un tema tan
enredado como la conciencia es necesario deshacerse de algunas ilusiones y
prejuicios. Seguramente, la conciencia no depende del lenguaje.
Los bebés, muchos animales, y los pacientes que han
perdido el habla debido a daño cerebral no son robots insensibles; ellos tienen
reacciones como las nuestras, que indican que hay alguien en casa.
La conciencia tampoco puede equipararse a la
percepción de uno mismo.
A veces nos hemos perdido en la música, el
ejercicio, o el placer de los sentidos, pero eso es algo muy diferente a ser
noqueado.
Los problemas ‘Fácil’ y ‘Duro’
Lo que tenemos no es un problema acerca de la
conciencia, sino dos, a los cuales el filósofo David Chalmers ha llamado el
Problema Fácil y el Problema Duro.
Considerar al primero como fácil es un chiste
interno: es fácil en el mismo sentido en que es fácil curar el cáncer o enviar
alguien a Marte.
Es decir, los científicos saben más o menos qué
buscar y, con los suficientes financiamiento y capacidad intelectual,
probablemente podrán resolverlo en este siglo.
¿Qué es, exactamente, el
Problema Fácil? Es aquel que Freud hizo famoso, la diferencia entre
los pensamientos conscientes y los pensamientos inconscientes.
Algunos tipos de información en el cerebro —como las
superficies enfrente tuyo, tus sueños lúcidos, tus planes para el día, tus
placeres y tus molestias— son conscientes.
Puedes considerarlos, discutirlos, y dejar que guíen
tu conducta.
Otros tipos de información, como el control de tu
ritmo cardíaco, las reglas que ordenan las palabras mientras hablas, y la
secuencia de contracciones musculares que te permiten sostener un lápiz, son
inconscientes.
Deben estar en algún lugar del cerebro porque sin
ellas no podrías caminar, hablar, ni ver, pero esta información está aislada de
tus circuitos de planificación y razonamiento, y no puedes decir nada sobre
ellas.
El Problema Fácil es, entonces, el distinguir entre
la computación mental consciente de la inconsciente, identificar sus correlatos
en el cerebro, y explicar por qué evolucionaron.
El Problema Duro, por otro lado, es por qué al tener
un proceso consciente en la cabeza se siente así como se siente — por qué
existe una experiencia subjetiva en primera persona.
Una cosa verde no sólo luce distinta de una cosa
roja, nos recuerda de otras cosas verdes y nos hace pensar “eso es verde” (el Problema Fácil), sino que de hecho parece
verde: produce una experiencia pura e indescriptible de verdura que no se puede
reducir a ninguna otra cosa.
Así como cuando a Louis Armstrong le pidieron que
definiera el qué es el jazz, y respondió: “Si tienes que preguntarle
qué es , entonces jamás lo sabrás”.
El Problema Duro es explicar cómo surge la
experiencia subjetiva de la computación neuronal.
El problema es duro porque nadie sabe a qué debería
parecerse una solución o, incluso, si se trata de un problema científico
genuino.
Y no es sorprendente que todo el mundo esté de
acuerdo en que la respuesta al Problema Duro (en caso que sea un problema) sigue siendo un misterio.
Aunque ninguno de estos problemas ha sido resuelto,
los neurocientíficos están de acuerdo en muchas características de ambos, y la
característica que los científicos encuentran menos controvertida es la que
mucha gente fuera del campo de la investigación científica considera la más
chocante.
Francis Crick la llama “la hipótesis perpleja” — la idea de que nuestros pensamientos,
sensaciones, alegrías y dolores consisten única y exclusivamente en la
actividad fisiológica de los tejidos del cerebro.
La conciencia no reside en un alma etérea que usa al
cerebro como un computador portátil; la conciencia es la actividad del cerebro.
El cerebro como una máquina
Los científicos han exorcizado al fantasma de la
máquina no porque sean unos aguafiestas mecanicistas, sino porque han reunido
evidencias para afirmar que cada aspecto de la conciencia puede ser ligado al
funcionamiento del cerebro.
Usando la resonancia magnética funcional, los
neurocientíficos cognitivos casi pueden leer los pensamientos de la gente a
partir de los patrones de flujo sanguíneo en sus cerebros.
Por ejemplo, ellos pueden distinguir si una persona
está pensando en una cara o en un lugar, o si la imagen que alguien está
observando es de una botella o de un zapato.
Y la conciencia puede ser presionada con
manipulaciones físicas.
La estimulación eléctrica del cerebro durante una
cirugía puede hacer que una persona tenga alucinaciones que son indistinguibles
de la realidad, tales como oír una canción en la habitación o creer que se está
en una fiesta de cumpleaños infantil.
Los químicos que afectan el cerebro, desde la
cafeína y el alcohol, hasta los antidepresivos y el LSD, pueden alterar
profundamente la forma en que las personas piensan, ven y sienten.
La cirugía en la que se corta el cuerpo calloso, separando
los hemisferios cerebrales (un tratamiento para la epilepsia), produce dos conciencias dentro del mismo cráneo, como si se pudiera
cortar el alma en dos partes con un cuchillo.
Y, hasta donde sabemos, cuando la actividad
fisiológica del cerebro desaparece, la conciencia de la persona deja de
existir.
Los intentos de contactar a las almas de los muertos
(cosa que algunos científicos serios buscaban hace
más de un siglo) resultaron ser solamente trucos de magia baratos, y
las experiencias cercanas a la muerte no son los testimonios de una alma que se
separa del cuerpo, sino que son síntomas del agotamiento del oxígeno en los
ojos y el cerebro.
En septiembre, un equipo de neurocientíficos suizos
reportó que podían generar experiencias extracorpóreas en pacientes,
estimulando la parte del cerebro en la cual convergen las sensaciones visuales
y corporales.
La ilusión del control
La ilusión del control
Otra sobrecogedora conclusión de la ciencia de la
conciencia es que esa sensación intuitiva que tenemos, de que existe un “yo” director que se sienta en el centro de control del
cerebro, observando las pantallas de nuestros sentidos y presionando los
botones de nuestros músculos, es una ilusión.
Resulta ser que la conciencia consiste en un
remolino de eventos distribuidos a lo largo y ancho del cerebro.
Estos eventos compiten por atención y, en la medida
que un proceso se destaca más que otros, el cerebro racionaliza los resultados
después del suceso y confecciona la impresión de que un “yo” único estuvo a cargo todo el tiempo.
Consideremos los famosos experimentos sobre
disonancia cognitiva. Cuando un experimentador hace que gente deba soportar
descargas eléctricas en un experimento simulado de aprendizaje, aquellos a los
que se les dio una buena razón (“esto ayudará a los científicos
a entender mejor el aprendizaje”) consideraron que los
choques eran más dolorosos que aquellos a los que se les dio una razón débil (“tenemos curiosidad”).
Presumiblemente, esto se debe a que el segundo grupo
debe haber sentido que era tonto sufrir sin una buena razón. Sin embargo,
cuando a estas personas se les preguntó por qué estuvieron de acuerdo en que se
les sometiera a choques eléctricos, ellos ofrecieron con toda sinceridad
explicaciones inventadas, como por ejemplo “solía experimentar con radios
y me acostumbré a los choques eléctricos”.
No sólo nuestras decisiones en circunstancias
inciertas son racionalizadas, sino que también la textura de nuestra
experiencia inmediata.
Todos sentimos que somos conscientes de un mundo
rico y detallado frente a nuestros ojos.
Sin embargo, fuera del centro de nuestra mirada,
nuestra visión es sorprendentemente imprecisa.
Tan sólo intenta mantener tu mano unos pocos
centímetros alejada del centro de tu campo visual y trata de contar tus dedos.
Si alguien removiera o reinsertara un objeto cada
vez que parpadeas (cosa que los experimentadores pueden simular
mostrándote dos o más imágenes en una secuencia rápida), difícilmente podrías notar el cambio.
Usualmente, nuestros ojos saltan de lugar en lugar,
enfocándose en aquellos objetos en los que ponemos atención, a medida que lo
necesitemos.
Esto nos engaña y nos induce a pensar que nuestro
campo visual completo es sumamente detallado — un ejemplo del cómo
sobreestimamos el alcance y el poder de nuestra propia conciencia.
Nuestra autoría de acciones voluntarias también
puede ser una ilusión, resultado de notar una correlación entre lo que
decidimos y cómo se mueve nuestro cuerpo.
El psicólogo Dan Wegner ha estudiado el juego en el
cual un sujeto se sienta frente un espejo mientras alguien detrás de él
extiende sus brazos por debajo de sus axilas y los mueve de modo tal que
pareciera que el sujeto sentado está moviendo sus propios brazos.
Si la persona oye una grabación en la que se le
indica al sujeto de atrás cómo moverse (saludar, tocar la nariz del
sujeto y así sucesivamente), el sujeto puede llegar a sentir que efectivamente está
controlando los brazos.
La imagen sobrevalorada que el cerebro tiene de sí
mismo se despliega aún más dramáticamente en las condiciones neurológicas en
las que las partes sanas del cerebro explican las debilidades de las partes
dañadas (que son invisibles para el Yo porque forman parte
del Yo).
Un paciente que no puede experimentar un click
visceral de reconocimiento cuando ve a su esposa, pero que admite que ella luce
y actúa igual que ella, deduce que, en realidad, ella es una impostora
asombrosamente bien entrenada.
Un paciente que cree que está en su casa, a quien se
le muestra el ascensor del hospital, replica sin dudar un instante “usted no me creería lo caro que costó instalarlo”.
¿Por qué existe la
conciencia, por lo menos en el sentido del Problema Fácil, en el cual algunos
tipos de información son accesibles y otros se encuentran escondidos? Una de las razones es la sobrecarga de información.
Tal como una persona hoy en día puede ser
sobrecogida por la enorme cantidad de información proveniente de los medios
electrónicos, los circuitos de toma de decisiones dentro del cerebro se
empantanarían si cada pequeña sensación y movimiento muscular que se registra
en algún lugar del cerebro fueran ingresados a la conciencia constantemente.
En vez de eso, nuestra memoria de trabajo y nuestro
foco de atención reciben resúmenes ejecutivos de los eventos y estados cuya
actualización es más relevante para comprender el entorno que nos rodea y
tratar de decidir qué hacer en el momento.
El psicólogo cognitivo Bernard Baars explica la
conciencia como si fuera una pizarra global en la que los procesos cerebrales
publican sus resultados y monitorean los resultados de otros procesos.
Creer nuestras propias mentiras
Una segunda razón por la que la información es
parcialmente aislada de nuestra conciencia es por motivos estratégicos.
El biólogo evolucionista Robert Trivers ha notado
que las personas tienen buenos motivos para promocionarse ante sí mismos como
agentes racionales, bienintencionados, eficientes y competentes.
El mejor propagandista es aquel que se cree sus
propias mentiras, asegurándose que no hace notar su engaño a través de tics
nerviosos o contradiciéndose.
Así que el cerebro quizá se formó de modo tal que
mantiene los datos comprometedores lejos de los procesos concientes que
controlan nuestra interacción con las personas.
Al mismo tiempo, mantiene los datos cerca en
procesos inconscientes para evitar que la persona se aleje demasiado o pierda
contacto con la realidad.
¿Qué hay del cerebro mismo? Podrías preguntarte cómo los científicos pudieron siquiera comenzar a
encontrar el lugar de la conciencia en el cerebro, en medio del griterío de los
cien billones de neuronas.
El truco consiste en observar qué zonas del cerebro
cambian cuando la conciencia de una persona salta de una experiencia a otra.
En una técnica de estudio llamada rivalidad
binocular, se le presentan franjas verticales al ojo izquierdo y franjas
horizontales al ojo derecho.
Los ojos compiten por la conciencia y la atención, y
la persona ve alternativamente franjas verticales y horizontales,
sucesivamente, por intervalos de segundos.
Una forma que no requiere mucha tecnología para experimentar
este efecto en ti mismo es mirar con un ojo a través de un tubo de cartón a una
pared blanca, mientras que miras tu mano con el otro ojo.
Al cabo de unos pocos segundos, debería aparecer un
agujero blanco en tu mano, y luego desaparecer, y luego reaparecer. Los
simios también experimentan la rivalidad binocular.
Ellos pueden aprender a presionar un botón cada vez
que su percepción cambia, mientras sus cerebros están conectados a electrodos
que registran cualquier cambio en la actividad cerebral.
El neuro-científico Nikos Logothetis encontró que
las zonas de procesamiento visual primarias en la parte posterior del cerebro
casi no cambiaban cuando se producían cambios en la conciencia de los monos
. En cambio, la que rastrea la conciencia de los
monos era una región ubicada más abajo en la corriente de información, y que
registra formas coherentes y objetos.
Ahora, eso no significa que ese es el lugar exacto,
en la zona inferior del cerebro es la pantalla de TV de la conciencia.
Lo que esto significa, de acuerdo a la teoría de
Francis Crick y su colaborador Christof Koch, es que la conciencia reside solo
en las partes “altas” del cerebro que están
conectadas a los centros emocionales y de toma de decisiones, tal como uno
esperaría a partir de la metáfora de la pizarra.
Ondas cerebrales
La conciencia puede ser rastreada no sólo
espacialmente, sino también temporalmente. Desde hace mucho tiempo los neuro-científicos
saben que la conciencia depende o se correlaciona con ciertas frecuencias de
oscilación en el electroencefalograma.
Estas ondas cerebrales consisten en ciclos de
activación entre la corteza (la superficie arrugada del cerebro) y el tálamo (el grupo de terminales nerviosas ubicado en el
centro, que sirven como estaciones de relevo de entrada y salida).
Las ondas largas, lentas y regulares son señal de un
coma, de anestesia profunda, o de dormir sin sueños; las ondas más pequeñas,
rápidas e intermitentes corresponden a estar despierto y alerta.
Estas ondas no son como el zumbido inútil de un
aparato ruidoso sino que pueden permitir que la conciencia haga su trabajo en
el cerebro.
Ellas podrían unir la actividad de áreas repartidas
en el cerebro (una para el color, otra para la forma, y una tercera
para el movimiento) en una experiencia consciente y coherente, un poco
como los trasmisores y receptores de radio sintonizados en la misma frecuencia.
Seguramente, cuando dos patrones visuales compiten
por la atención de la conciencia en un despliegue de rivalidad binocular, las
neuronas que representan la información del ojo que está “ganando” la competencia oscilan en sincronía, mientras que
aquellas que representan al ojo suprimido se de-sincronizan.
Los neurocientíficos están bien encaminados hacia la
identificación de los correlatos neuronales de la conciencia, una parte del
Problema Fácil.
Pero, ¿qué pasa con la explicación
de cómo estos eventos causan la conciencia en el sentido de la experiencia
interna o subjetiva — el Problema Duro?
Abordando el problema duro
Para apreciar la dificultad del Problema Duro,
considera cómo podrías saber si ves los colores del mismo modo que los veo yo.
Seguro, tanto tú como yo decimos que el pasto es
verde, pero quizás tú ves el pasto y las otras cosas verdes como si tuvieran el
color que yo, si estuviera en tus zapatos, describiría como morado.
O imagina que pudiera existir un verdadero zombie—
un ser que luce y se comporta exactamente como tú o como yo, pero en el cual no
hay una conciencia o un yo sintiendo nada.
Esa es la premisa en el argumento de un episodio de
la serie Star Trek, en el cual unos oficiales querían hacer ingeniería inversa
al [androide]
Teniente Data, y surgió un furioso debate sobre si
lo que pretendían hacer era sólo desmantelar una máquina, o apagar una vida
sensible.
Nadie sabe qué hacer con el Problema Duro. Algunos
ven este problema como una oportunidad de volver a introducir el alma, pero
hacer esto sólo es cambiarle el nombre al problema, cambiando de “el misterio de la conciencia” a “el misterio del alma” — un juego de palabras que no nos aporta en nada.
Muchos filósofos, como Daniel Dennett, niegan que el
Problema Duro exista.
Especular sobre zombies y colores invertidos es,
para ellos, una pérdida de tiempo, porque nada puede servir como evidencia
decisiva en esos casos.
Cualquier cosa que se pueda hacer para entender la
conciencia —como encontrar qué longitudes de onda hacen que las personas vean
el color verde, o qué tan similar es con el azul, o a qué emociones asocian ese
color— se reduce a procesamiento de información en el cerebro y, por lo mismo,
es arrastrado de vuelta al Problema Fácil, sin dejar nada más que explicar.
Mucha gente reacciona con incredulidad ante este
argumento, porque pareciera que este niega la existencia del hecho más
fundamental e indudable: nuestra propia experiencia.
La actitud hacia el Problema Duro que es más popular
entre los neurocientíficos es el afirmar que este permanece sin resolverse pero
que, eventualmente, el problema va a sucumbir a la investigación que trata de
resolver el Problema Fácil.
Otros son escépticos respecto a este alegre
optimismo porque ninguna de las soluciones al Problema Fácil nos lleva siquiera
cerca de resolver el Problema Duro.
Para ellos, identificar la conciencia con la
fisiología del cerebro es un tipo de “chovinismo carnal” que negaría dogmáticamente la posesión de una conciencia al Teniente
Data tan sólo porque carece del blando tejido cerebral humano.
Identificar la conciencia con el procesamiento de
información sería ir demasiado lejos en el otro sentido, e implicaría
atribuirle un tipo simple de conciencia a las calculadoras, los relojes y a los
termostatos — un salto que la mayoría de las personas encuentra difícil de
digerir.
Algunos inconformistas, como el matemático Roger
Penrose, sugieren que la respuesta podría ser encontrada en la mecánica
cuántica.
Para mí, esto es algo así como expresar la sensación
de que la mecánica cuántica es extraña, y la conciencia es extraña, así que tal
vez la mecánica cuántica puede explicar la conciencia.
Y entonces tenemos la teoría propuesta por el
filósofo Colin McGinn, que nuestro vértigo al considerar el Problema Duro es,
en sí mismo, un capricho de nuestros cerebros.
El cerebro es producto de la evolución, y del mismo
modo que los cerebros animales tienen sus limitaciones, nosotros tenemos las
nuestras.
Nuestros cerebros no pueden mantener en la memoria
cientos de números, no podemos visualizar o imaginar un espacio de siete
dimensiones, y quizás no podamos comprender intuitivamente por qué el
procesamiento de información neuronal visto desde afuera debe dar origen a la
experiencia subjetiva desde dentro.
Esa es mi apuesta, aunque tengo que admitir que,
quizás, esa teoría será demolida cuando un genio que aún no ha nacido —un
Darwin o un Einstein de la conciencia— nos proporcione una idea nueva,
sobrecogedora e impresionante, que repentinamente nos lo aclare todo.
Sean cuales sean las soluciones a los problemas
Fácil y Duro, pocos científicos dudan que encontrarán la conciencia en la
actividad del cerebro.
Para muchas personas fuera del ámbito de la ciencia,
esta es una posibilidad aterradora.
No solo elimina la esperanza de que podamos
sobrevivir a la muerte de nuestros cuerpos, sino que también parece minar la
noción de que somos agentes libres y responsables de nuestras decisiones — no
solo en esta vida sino también en la otra.
En su ensayo Sorry, But Your Soul Just Died, Tom
Wolfe expresa su preocupación de que cuando la ciencia destruya la noción del
alma, “el espeluznante carnaval que sobrevendrá, hará que
la frase ‘el eclipse total de todos los valores’ parezca insípida”.
Hacia una nueva moralidad
Mi visión personal es que esto es exactamente al
revés: la biología de la conciencia provee un fundamento moral mucho más
sensato que el improbable dogma de la existencia de un alma inmortal.
Entender la fisiología de la conciencia no sólo
permitirá reducir el sufrimiento humano a través de nuevos tratamientos para el
dolor y la depresión.
Este entendimiento también puede obligarnos a
reconocer los intereses de las otras personas — la base de la moral.
Toda persona que haya estudiado un poco de Filosofía
sabe que nada puede obligarme a creer que alguien más tiene una conciencia
excepto yo.
Esta posibilidad de negar que otras personas tengan
sentimientos no sólo es un ejercicio académico, sino que es un vicio demasiado
común, cosa que podemos ver en la larga historia de la crueldad humana.
Sin embargo, una vez que asumimos que nuestra propia
conciencia es un producto de nuestro cerebro, y que las demás personas tienen
cerebros como nosotros, la negación de la capacidad de sentir de las otras
personas se vuelve absurda.
“¿Acaso un judío no tiene ojos?” preguntaba Shylock. La pregunta hoy en día es más precisa: ¿Acaso un judío —o un árabe,
o un africano, o un bebé, o un perro— no tiene corteza cerebral y tálamo?
El hecho innegable de que estamos hechos de la misma
carne hace imposible negar nuestra capacidad común de sufrir.
Y, cuando lo piensas, la doctrina de vida después de
la muerte no es una idea tan positiva o esperanzadora porque, necesariamente, le
resta valor a la vida acá en la tierra.
Tan sólo recordemos quiénes son las personas más
famosas en nuestra memoria reciente que actuaron esperando una recompensa en la
otra vida: los terroristas que secuestraron los aviones el 11-S.
Piensa, además, por qué a veces nos recordamos que “la vida es corta”. Es el ímpetu de entregarle un gesto de cariño a un
ser amado, de hacer las paces en una disputa sin sentido, de usar el tiempo
productivamente en vez de desperdiciarlo.
Yo argumentaría que nada le da más propósito y
sentido a la vida que el darse cuenta de que cada momento de conciencia es un
regalo, precioso y frágil.
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Publicado por “Abre los ojos”
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